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La exigencia de ser perfectos. ¿ Es posible la perfección?

La exigencia de ser perfectos. ¿ Es posible la perfección?

doña perfecta. La exigencia de ser perfecta

La exigencia de ser perfectos

Eres tan buena que no tienes fallos. El único fallo es ese, el que no tienes. Tu vida familiar, maravillosa. Un marido que te adora, dos hijos ya mayores . Eres una profesional intachable. La primera en entrar, la última en salir.

No es que tengas una carrera muy brillante, pero sí todo en punto. Nunca nada retrasado. Todo en orden, todo limpio, todo en su fecha.

No sabes lo que es llegar tarde por dormirse. Tampoco tienes el pelo desordenado o con necesidad de ir a la peluquería. Cuidas tu imagen con tanto esmero que siempre estás impecable, pareciera que no sudaras ni siquiera cuando vas al gimnasio.

Eres serena en los momentos clave. Mientras todas gritamos, tú estás aún más calmada que nunca. Ni siquiera te desesperas cuando te crecen los asuntos en el despacho.

Buscas tareas. que hacer .Te haces la imprescindible asumiendo tareas que no te corresponden y que nadie te valora porque te ofreces antes de que te lo pidan. Debe ser que así te sientes útil o quizás no sepas que se puede ser de otra forma.

Todo lo que se ve de ti es perfecto, pero tu interior bulle. Te exiges tanto a si misma, tienes tanto miedo a fallar que tu cuerpo batalla entre lo que eres y lo que quieres parecer..

Escondes tu inseguridad bajo esa rigidez, no vaya a ser que alguien se de cuenta y te lo reproche. Cuando estás nerviosa, sueltas un rollo sobre como son las cosas y las vivencias que tienen los demás como si oyéndote,  tranquilizaras tus nervios.

La procesión te va por dentro. Tienes malas digestiones, frecuentes dolores de cabeza y permanentemente, insomnio. En vez de cansarte el alma, te duele el cuerpo. Pero no te enteras de la sobrecarga que llevas. Te quedas en los puros síntomas.

El médico, un poco harto, no sabe cómo hacerte ver que estás somatizando, que no es el estómago lo que tienes mal.

Pero tu no quieres oirlo.

No quieres ver tampoco la condescendencia de tu marido reculando en tantas ocasiones para darte la ocasión de hacerte la imprescindible.

Ni a los hijos cuyo temperamento adolescente no encuentra espacio en la perfección. Uno de ellos, más sumiso, se ajusta al perfil familiar; el otro, sin embargo se rebela ante la frialdad emocional de la familia con un comportamiento errático.

Todavía no sé si eres cautiva de tu propia virtud o que tienes tanto miedo a que no te quieran que tienes que retarse continuamente.

Seguro que fuiste la niña lista de tu familia, admirada y jaleada por todos. Hasta el punto de que te creíste que éste era tu rol y lo desempeñas de continuo, como si no existieran los tiempos muertos o el “dejadme en paz”.

Potenciaron en ti la niña buena que fuiste, tan complaciente, tan calladita, tan madura para tu edad… Tanto que, interiorizaste los mensajes paternos y luego , es tu  vocecita interior la que te azuza.

A los demás nos produces admiración y también un poco de hastío. Eres buena chica, dice todo el mundo, y tan completa…que hasta cierto punto irrita. Nos hace justificarnos por tantos defectos como tenemos

Puede que la descripción de este perfeccionismo esté llevado al extremo. O quizás no. Hay muchos personajes en las películas o en la vida diaria semejantes. Personas que construyen mundos ideales y que se aferran a ellos por encima de todo. Porque su vida tiene que ser perfecta y de otra forma no les vale.

Pero ¿Qué hay de perfecto en la vida? Si todos tenemos dos facetas, la cara y la sombra. Lo aceptable socialmente y lo reprimido. Todos tenemos demonios interiores que nos avergüenzan y nos asustan.

Porque esto forma parte de la complejidad y riqueza del ser humano. Pertenecen a nuestro mundo privado e intimo y ahí quedan. Es nuestro inconsciente .Salen en la expresión artística y en los sueños, pero no se mezclan con nuestra vida real.

No se cuelan en la vida consciente. Saben cual es su sitio. Por eso no hay necesidad de construir un muro emocional. No hay por qué tener a raya los sentimientos. Se van manejando solos. No se desparraman. No nos devoran.

De la imperfección sale nuestro entronque con los demás y eso constituye nuestro punto de encuentro. Sintonizamos por la vulnerabilidad, porque necesitamos. Y porque apeados de nuestras diferencias sociales o económicas, somos iguales, seres imperfectos con necesidad de ser queridos y miedo a no serlo.

Déjale ir

Déjale ir

Te has despertado sobresaltada. Una noche más de tantas. Ya casi has olvidado cuando dormías bien. Se volvió a colar en tus sueños. Te levantas con mal sabor de boca, airada. Tu primer pensamiento del día es un mal deseo para él. Hijo de … Desgraciado. Maldices el día en que lo conociste. Te destrozó la vida.

Fue la revoltura de verle ayer en los vinos acompañado. Parecía contento aunque la que iba con él era algo vulgar. Claro, los hombres ya se sabe, lo que buscan, serán imbéciles, una rubia más joven que ellos… Ridículo..

Antonia, llevas 5 años divorciada. Es verdad que te casaste para toda la vida. Por lo menos, eso creías .También lo creyó Juan en su momento, para luego ir lentamente hartándose de su matrimonio. Aunque su vida solo saltó por los aires cuando apareció otra. Otra, que en realidad no fue nadie, sólo el espejo que le reflejó su propia tristeza.

¿Cuánto hace de esto? ¿Y no se te va a olvidar nunca? Vale que él rehízo su vida y tu no.¿ Y qué? ¿ Vas a competir? ¿Quieres demostrarle que a ti también te desean? ¿Que vea lo mucho que se perdió? Al principio, cuando él se fue, rota de despecho te subías en los tacones, acortabas la falda y te ibas con las amigas de fiesta por si le veías, por si él te veía y se daba cuenta de que no podía estar sin ti. Sábado tras sábado lo intentabas y todas las noches volvías a casa derrotada.

También hubo algún escarceo que te ayudó a añorarle aún más. ¿Que lo pasaste mal?. Claro que sí. Esa rabia que en su momento te hizo salir de la cama, hoy sigue viva en ti. Basta con que oigas el nombre de quien una vez fue tu pareja para que cambies tu rictus. Pero, chica, ya pasó. Te lo decimos todas, pero no nos haces caso.

Sigues buscando explicaciones a su conducta y culpabilizando a amigos, a aquella chica… Por Dios, no le des mas vueltas. Se acabó el amor. Es triste pensar que tantas ilusiones quedaron en nada, que los caminos fueron divergentes y que nada va a volver a ser igual. Es triste pensar que tú le quieres , pero que él no va a volver y que no hay nada que puedas hacer.

Llora y llora hasta que no tengas lágrimas, pero termina por encajarlo. Es lo que hay.

Y cuando por fin lo comprendas, pasa página. Hazlo por ti, porque es a tí a quien la rabia envenena. Ere tú la que queda anclada al pasado. No le regales tu tiempo, no le regales tu energía. Dale la libertad a él porque eso te la dará a ti .Pon el contador a cero y vive. Que hay toda una vida mas allá de él.

Asi que bloqua el whatsup, el facebook y cierra la puerta

¿Existe la suerte ?

¿Existe la suerte ?

la fortuna

la suerte existe

¿Quien dice que la suerte no existe?

Era un número más en el bufete de abogados. Gris, podríamos decir. Quizás hasta mediocre. No destacaba por nada. Uno de tantos. Es verdad que había estudiado derecho y se había licenciado, y que también le habían contratado en esa prestigiosa firma después de un período de prácticas. Con él, a unos cuantos más de su promoción. Todos, con largas jornadas laborales y un sueldo mileurista. La mayor parte de ellos, recomendados. Él, sin padrino conocido.

Esto, que en principio era un hándicap, fue el determinante para su golpe de suerte. Cuando llegó el momento de elegir un puesto directivo en la empresa, había tanto partidismo y tanta división entre los socios principales que por miedo a elegir a alguien protegido de otro bando, eligieron al que nadie quería. Resultó elegido por mayoría.

¿No existe la suerte?

Una película de la 2. No sé su título. Sucedía en Australia. Parecía una simple historia de amor entre dos personas de distintas culturas. Ella, una ruda australiana; él, un exquisito japonés. No parecían destinados a entenderse. Se enamoraron, sin embargo, tras unos cuantos enredos. Disfrutaban de ese momento de encuentro cuando ella, jugando, le encamina a una poza que conocía en medio del desierto.

Ella entra por una orilla en el agua y riendo, le reta a que la siga. El, se presta a hacerlo. De repente, en un momento preciso cambia su trayectoria y se dirige maliciosamente juguetón a una roca. No era muy alta. La mira y se tira de cabeza. Es un día soleado.

Tarda en aparecer en la superficie. Ella, riendo, protesta. El espectador supone que esté enredando entre sus piernas; que sea un buen buceador; que se haya alejado sin ser visto. El agua es transparente. No se le ve. Ella se impacienta. Nos impacientamos todos.

Ella se acerca a la roca desde la que se tiró. Entonces aparece. Todos nos sentimos aliviados. No se mueve. Lo agita, nerviosa. Le riñe por haberla asustado. Sigue sin moverse.

Ella empieza a comprender que algo le pasó. Los demás también. Tiene el cuello roto. Ella, se desespera, incrédula. Los demás estamos en estado de shock. La secuencia se repite una y otra vez en nuestra mente como si a fuerza de pensar pudiéramos darle otra vez ese segundo en el que se desvía de su camino.

Ese instante fatídico. El sol sigue brillando. Se refleja en el agua de la poza. Todo está tranquilo. El cuerpo joven, inerte.

¿Y la mala suerte?

Existe la suerte desde que naces. Puedes nacer en familias que son cariñosas, que tienen posibilidades económicas, que viven en un mundo desarrollado. Existe la suerte de nacer con una genética privilegiada. Incluso de tener una lengua materna que en sí misma supone un modo de ganarse la vida.

Existe la suerte en las decisiones que tomamos, en los caminos que emprendemos, en las personas con las que nos involucramos.

Existe la suerte de perder el tren que descarrila, de encontrar una oportunidad en medio de la nada. Y también la de tomar la decisión fatídica, la de que te anulen un examen de la oposición que llevas tiempo preparando porque alguien te tira accidentalmente un café.

Damos por supuesto todo lo bueno que nos sucede y nos quejamos por injusto de lo malo. ¿Por qué tendrías que ser tú un favorecido de la fortuna? ¿Porque te lo mereces? ¿Porque te esfuerzas y trabajas duro? No seas soberbio, claro que esto ayuda, pero no es todo. Cada uno juega sus cartas, pero la vida juega también las suyas.

No pretendo que seas derrotista, pero sí que agradezcas todo aquello que te ha sido regalado, porque podía ser que no. Y sean cual sean tus circunstancias que te maravilles de aquellas que te son favorables.

Y como no sabemos lo que nos espera y a dónde nos llevan nuestros caminos, seamos optimistas, sigamos trabajando y pensemos en que la suerte nos acompañe.

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